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"El Gaucho": un lugar para la cultura

Por Francisco Quatrin

Desde hace un tiempo en Santa Isabel vive la cultura de otra manera. Oscar Milanesi y Andrea Fazio cuentan la historia de un grupo de amigos que tuvo una idea y fundó un Centro Cultural.



Al final de una calle de tierra del pueblo hay una quinta. Tranquera de madera, un largo camino de pasto entre verde y amarillento, un aljibe del lado de la senda y una casa en el final. Pertenece a Oscar Milanesi, algunos lo llaman “Tuky” y otros “Chueco”, depende de quién lo nombre. A partir de hace unos diez años ese hogar dejó de ser solo de él y comenzó a abrirse para toda la comunidad isabelense. Primero comenzó como un lugar de reunión de unos amigos, sus almas siempre estuvieron inundadas por las artes. Ensayaban y comían, lo hacían religiosamente todos los viernes a la noche. Eso se convirtió en una peña donde comentaban anécdotas, algún nuevo proyecto propio y sucesos de la vida cotidiana de cada uno. Todos los que pertenecen al grupo tienen como emblemático al lugar, hay cariño por la casa de los viejos de “Tuky”. La peña, en un momento, necesitaba crecer, buscaba nuevos aires y nuevas perspectivas.

Entre juntadas de viernes por la noche, decidieron incursionar en algo un tanto alejado al movimiento cultural, la cerveza artesanal. Se metieron de lleno y empezaron a producir la propia para consumirla entre ellos, para probarla. De esa cerveza no quedaba rastro cuando terminaban de hacerla. Necesitaban hacer algo, el grupo se apagaba. Luego su lado más fuerte volvió a interponerse y dejaron la cerveza. Buscaban realizar algo relacionado a lo suyo. Continuaron con la peña, pero había una llama se apagaba y el grupo tambaleaba. Ya no había un objetivo para ir todos los viernes a la quinta a comer, ante esa necesidad, nació una idea. A esas anécdotas y proyectos propios que contaban antes y durante la cena se les interpuso un micrófono. La radio hacía la aparición en la mesa de estos amigos. La previa de la comida pasaba a ser reproducida hacia todos, las historias y debates ahora serían oídos por los que no estaban en la mesa. Ya llevan cuatro años reuniéndose alrededor de los micrófonos, apareció como una bocanada de aire fresco que renovó al grupo y sus ganas de crear cultura.


El lugar es pequeño, pero genera la sensación de estar en casa entre nuestra gente. Solo 35 personas ingresan allí. Hay radios viejas, fustas, sillas de distintos colores y materiales, cuadros de caballos, libros, planchas a carbón, fotos de los viejos del Chueco y objetos de una época pasada que hacen un pequeño museo. Una alfombra negra cubre escenario bajo y un fondo también de ese color le da la tonalidad al lugar para estar listo para un espectáculo. Músicos, recitadores y actores pasaron por allí. Una especie de museo desordenado mezclado con un pequeño teatro hacen la escena perfecta. Al inicio era en el piso, las actuaciones eran desde allí, iban algunos a comer y veían el espectáculo. En el tiempo se juntaron las tablas y se hizo el escenario, el lugar tomó su envergadura y creció. Pero antes de que todo esto sucediese, mientras estos amigos hacían radio, había un paso fundamental en la historia de la quinta de los padre de Oscar Milanesi, que lo cambió todo.

Él era Encargado de Cultura en la Comuna local y le llegó la información de que existía la posibilidad de inscribir Centros Culturales. Comenzó a gestar la idea entre sus compañeros de grupo y finalmente se lo planteó al Presidente Comunal para tener su visto bueno. Se asesoró y vió los requisitos necesarios para hacerlo. Las medidas daban y lugar era perfecto, llenó los formularios y al tiempo llegó la aprobación. Así, nacía el Centro Cultural el Gaucho. El nombre se debe a lo que el mismo Tuky dice: “Mi papá fue el último gaucho que había en Santa Isabel, no era porque se vestía como uno, sino por la esencia que tenía. De ahí viene el nombre”. En una especie de homenaje a su padre, el lugar adoptó su sustancia y tomó esa denominación.

“El Gaucho” apareció en una época de meseta cultural en el pueblo. Escaseaban los eventos, no había teatro, musicales o nada por estilo. Y un grupo de gente dedicada a la materia decidió realzarlo. En ese contexto nació y comenzó a realizar hechos culturales. Comenzó por la radio, cuando tambalean las peñas de los viernes como una nueva motivación. Luego, surgió en Centro Cultural y las actuaciones se hacían en el piso. Tienen otro nombre, entre ellos son “La Resistencia”. Son la vanguardia del pueblo, la lucha constante para mantener viva a esta forma de expresarse les dió el nombre. De allí comenzaron, desde abajo literalmente. Convocaron por redes sociales y por el tradicional “de boca en boca”. El público comenzó a aparecer y a apoyar el proyecto. Las funciones debían repetirse por el escaso espacio y por la cantidad de gente que demandaba ver el espectáculo.



“A la gorra”, es el método de monetizar. Lo hacen por amor al arte, no buscan un rédito económico, buscan entretener y deslumbrar al público. Pasó el tiempo y aparecieron las tablas. Un escenario bajo y cercano al público hizo crear una mejor escena. La gente continuaba reafirmando su aprobación hacia el “Gaucho” y así creció. Llegó a ser un lugar de referencia regional, artistas de toda la zona venían a presentar sus espectáculos. De músicos a poetas y actores de teatro hacían su número en el escenario de la quinta. Creció y se instaló entre la gente. De Teodelina hasta Rosario venían a presentarse allí, pero siempre hay un lugar especial para los locales. Hubo noches de teatro corto y musicales, o de teatro largo. Siempre acompañado por comidas y cafés que disfrutaba el público.


La razón de que la redacción sea en pasado es por la pandemia que azotó a todos. En el Centro Cultural nunca pararon de proyectar. “Tenemos un montón de proyectos que no sabemos si la vida nos va a alcanzar”, dice el Tuky. Pero debieron parar con esos planes como lo tuvo que hacer el mundo. Este año la idea era que comiencen los talleres, una innovación que había llevado Andrea Fazio y todo el grupo estaba convencido de encarar. Cuatro iban a ser esos: fotografía, guión, literatura y, por supuesto, teatro. Debieron parar y reducirse a muy poco. En el tiempo la cuarentena fue aflojando y pudieron volver a los ensayos. Un monólogo y una obra de a dos comenzaban a gestarse. Volvía el programa de radio en su cuarta temporada pero el virus reapareció. Casos en el pueblo hicieron parar la máquina otra vez y todo retrocedió al inicio.


Igualmente, el Centro Cultural el Gaucho piensa en el futuro y continúa proyectando. Un lugar que reactivó la cultura de un pueblo que parecía dormido pero que un grupo de personas hizo que esté despierto.


Francisco Quatrin



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